ALOCUCIÓN PASTORAL DEL ILMO. SR. OBISPO DE VICH
La Ciudad de Vich, poseída de hondo entusiasmo al acercarse la hora del aniversario secular del nacimiento de su hijo más eminente en el orden intelectual, el insigne doctor D. Jaime Balmes, nos pide, como a su cabeza espiritual y de toda su Diócesis, que levantemos la voz a fin de anunciar aquella fecha, que para ella es gloriosísima y que espera celebrar de una manera magnifica, con la cooperación de todos los que entienden la significación de Balmes en el orden social cristiano, así en lo que pertenece a la vida intelectual, como en lo que toca a la vida pública del pueblo.
Porque el prodigioso escritor no fue uno de aquellos pensadores solitarios que vuelan por las sublimidades de la especulación y que no descienden de aquellas alturas, a donde ha de acudirse para aprovechar el tesoro de sus pensamientos; sino que fue un espíritu privilegiado que, viviendo la vida de sus contemporáneos, supo ponerla en comunicación con la corriente eterna; que supo conciliar lo contingente con lo absoluto, lo variable con lo invariable, el orden natural elevado a las sublimidades de la gracia por el Verbo de Dios, con las nuevas situaciones que se producen a consecuencia de los inevitables cambios sociales, y de las nuevas situaciones de espíritu del linaje humano.
En el siglo XIX, Dios envió al mundo a unos pocos videntes, caudillos de sus hermanos los demás hombres, que estos no siempre supieron apreciar, porque la visión genial de aquellos espíritus superiores se extendía más allá del horizonte que alcanzaban sus contemporáneos.
Lacordaire en Francia, entonces cabeza de Europa y del mundo, Newman en el mundo anglo-sajón predominante en el orbe de la tierra, y nuestro Balmes, que no tuvo un pedestal tan suntuoso, fueron inteligencias soberanas que sojuzgaron los espíritus y señalaron el rumbo á los hombres de buena voluntad, en el mundo informe que resultaba del paso de la revolución, que aun hoy tiene invadida la Cristiandad. Balmes sin pedestal, salido de una modesta ciudad, sin haberse casi puesto en comunicación con el mundo cosmopolita, cuya pulsaciones sólo podía conocer mediante un contacto puramente espiritual, percibido en las soledades del estudio y de la reflexión; Balmes, el humilde y joven clérigo, se eleva únicamente por su personal esfuerzo en alas de sus prodigiosas facultades, y con una mirada penetrante y certera escribe el curso del linaje humano, de la civilización perenne, con una amplitud, desembarazo y fijeza, quizás superiores al de todos los de su siglo.
Cuando llega la hora, nunca Dios deja de enviar al mundo genios tutelares, hombres que guíen á sus semejantes en las crisis peligrosas, diestros en las grandes tempestades del espíritu humano, para salvar del naufragio á los hombres de buena voluntad.
Balmes apareció en la ocasión de un tránsito social, y con la verdad, que siempre amó apasionadamente, harmonizó lo viejo y lo nuevo, fijó lo actual, lo vivo; y paseando la perspicaz mirada de su inteligencia soberana por sus dominios, que se extendían por casi todo el horizonte de los humanos conocimientos, formuló la ley de relaciones entre lo absoluto y contingente; y es el gran apologista del Verbo de Dios inmutable, informando la variabilidad mundana; que es el orden cristiano realizando todas las nobles aspiraciones del linaje humano.
El público homenaje á Balmes, en ocasión del centenario de su nacimiento, es de gran oportunidad. Significa una afirmación solemne en el orden del pensamiento humano, y en el organismo social, en conformidad con la revelación del Verbo de Dios; significa la afirmación de que la harmonía de la universal humanidad, en cualquiera de sus fases, en todas sus diversas situaciones, depende de aquel ritmo que late en las intimidades de la conciencia humana, y que declaró y completó Jesucristo, enlazando la imperfecta vida mundana del hombre, con otra vida sempiterna y perfecta, a la cual sólo podemos elevarnos con el esfuerzo de nuestra libre voluntad y con los auxilios de la gracia.
A la manera de un profeta inspirado, aparece Balmes saliendo de la montaña de Cataluña; y en una época de nebulosidades, contradicciones é incertidumbres, en una época sangrienta, se presenta contendiendo victoriosamente por ese ritmo, único capaz de producir la armonía entre todos los elementos que integran una verdadera civilización.
Las épocas de destrucción, como las de edificación, de la vida social; todo grande tránsito tiene maestros geniales que recuerdan a los hombres la ley esencial, el ritmo de vida de necesidad imprescriptible; y de esto que no prescribe y que es germen de fecundidad social y principio de la euritmia política, fue nuestro Balmes un doctor admirable, que hizo su tránsito en el mundo por entre las ruinas de la revolución, por entre un mundo de negaciones cuyo remate había de serla glorificación de la negación suprema, la anarquía, presentada como forma suprema de perfección social; y Balmes, joven y enamorado de todo lo bueno que ofrecía la nueva situación de la sociedad, con la libertad de espíritu que caracteriza a los hombres superiores, sin dejarse imponer ni por la derecha ni por la izquierda, pasó por en medio, por el camino de la vida, y proclamó como San Pablo la eterna afirmación, que es el Verbo de Dios, principio y fin de la universal creación y Ley esencial de la civilización humana, en las más variadas situaciones de su historia. Por esto Balmes tiene un carácter universal, es cosmopolita; y como todos los grandes pensadores, es de todo el mundo y pertenece a todas las épocas; su entendimiento no tenía domicilio particular, vivía en la inmensa ciudad de Dios, como sus escritos son pasto de los hombres cristianos de más diversa índole.
Es claro que la Ciudad de Vich le debe un homenaje muy particular y propio, por haber sido la cuna del ilustre sabio; y ha designado ya distintas comisiones de sus conciudadanos para que preparen el glorioso centenario; por nuestra parte excitamos también a toda la Diócesis, eclesiásticos y seglares, a que en ocasión tan solemne paguen el debido tributo al insigne propugnador de la verdad cristiana en todas sus múltiples irradiaciones, y que en el orden intelectual es nuestra principal gloria. Y, por lo mismo que Balmes es un espíritu esencialmente católico ó cosmopolita, goza del derecho de ciudadanía en todas partes en donde el Verbo es la ley de la vida, en el reino de Dios extendido por toda la tierra; por lo cual esperamos que a la natural iniciativa que toma esta Ciudad, corresponderá el homenaje de esa inmensa patria que llamamos la Cristiandad; el tributo de todos los amigos de la civilización cristiana, por la cual propugnó admirablemente nuestro insigne escritor.
Balmes nació el día 28 de Agosto de 1810, fiesta de San Agustín; su madre, cuando él era pequeño, lo encomendaba a Santo Tomás de Aquino; y á pesar de su corta vida, en la estimación de los hombres, en la lucha entre la verdad y el error, como luchador en la batalla de las ideas, Balmes merece un lugar en la galería de los insignes doctores de la verdad revelada y de la razón humana.
† JOSÉ TORRAS Y BAGES, Obispo de Vich.
Vich, 1.° de Enero de 1910.
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