Jaume Balmes Urpià

Jaume Balmes Urpià

domingo, 6 de septiembre de 2020

II) LOS TRABAJOS DE LAS COMISIONES. – EL COMITÉ. – LAS PINTURAS DE LA CATEDRAL. – LA MISA DEL CENTENARIO.

MEMORABLE será para siempre la primera sesión que tuvo la Comisión de fiestas cívicas. Con entusiasta unanimidad queda aceptado por los comisionados aquel criterio de amplitud y de grandeza con que había nacido la idea del Centenario y todo el mundo se mostró dispuesto a vencer todos los obstáculos y todas las mezquindades que salieron en contra. Puede decirse que en aquella reunión quedaron asentados los fundamentos firmísimos de nuestras inolvidables fiestas. Entre los acuerdos tomados aquel día hubo uno de gran importancia y de innegable trascendencia: aceptar la oferta dada por el insigne pintor D. José Mª Sert de pintar el Cartel del Centenario. Bastó la fama del gran artista para que el acuerdo se tomase por unanimidad absoluta. En la misma sesión ya salieron un montón de ideas, que entusiasmaron a todos, que podían llegar a ser actos del Centenario; pero aún era demasiado pronto para hacer un programa. No podíamos olvidar que sin contar con dinero, presente o futuro, no nos teníamos que arriesgar y de cualquier cosa que hablásemos no la podíamos hacer más que en hipótesis. Este dinero indispensable se tenía que ir a pescar principalmente en tres subvenciones oficiales: una del Estado, otra de la Provincia y otra del Municipio. Se acordó designar a gente que comenzara a trabajar en esto, y, realmente, no se tardó mucho en poner manos a la obra, como diremos más adelante. Dos o tres sesiones había tenido ya la Comisión de fiestas cívicas cuando se creyó conveniente reunirlas todas para cambiar impresiones y nombrar, a petición de la primera, con representantes de las tres, un Comité Ejecutivo que diera unidad y firmeza a los trabajos, evitando la pérdida de tiempo y los obstáculos que suelen llevar las juntas muy numerosas. El día de esta reunión general fue el martes 27 de Julio, el de la Semana trágica, vigilia de los acontecimientos, afortunadamente poco importantes, que hubo en Vic como consecuencia de lo que estaba pasando en Barcelona. Algunos de los religiosos que aquella noche asistían a la junta habría sido difícil encontrarlos al día siguiente por la Ciudad con los mismos hábitos. La sesión fue un poco larguita, pues, después de haber manifestado cada Comisión el criterio por el que había entrado en funciones, se habló del proyecto de Comité, que fue aceptado unánimemente, entrándose enseguida a hacer la elección de las personas que habían de constituirlo. Esta elección fue hecha también por unanimidad, como fueron también comprendidas y aceptadas por todo el mundo las facultades que a dicho Comité se asignaban y el principio fundamental de que él era representación legítima y autorizada de las tres Comisiones. Fue nombrada, además, una comisión de vicenses residentes, constantemente o temporalmente, en Barcelona para que se cuidara de la mucha faena que habría allí y especialmente del empuje de la marcha de las subvenciones. Fueron designados para figurar en los primeros lugares de esta Comisión barcelonense el Diputado a Cortes, que era entonces D. Miguel Junyent, y el provincial D. Luís Pericas. Después de esta elección la Comisión de fiestas religiosas dio cuenta de haberse reunido ya y haber aceptado una de las ideas que particularmente le habían sido indicadas. Hablemos de esta idea. Cuando, por Pascua Granada de 1908, vino a Vic el Orfeón Catalán para tomar parte en las fiestas que se celebraron con ocasión del XI Congreso de la Federación Agrícola Catalana-Balear, al despedirnos en la estación del ferrocarril de los entusiastas orfeonistas, les dijimos: «De aquí a la vuelta, por el Centenario de Balmes». Y los orfeonistas, aceptando la graciosa invitación, dijeron también: «De aquí al Centenario de Balmes». Parecía tan natural y era tan grato a todo el mundo que el Orfeón Catalán volviera en tan gran ocasión que el autor de la presente crónica, antes de la primavera de 1909, en una de las sesiones ordinarias de la Junta Directiva de dicha Asociación, hizo, desde su sitio de Secretario de la misma, petición formal de que el Orfeón Catalán viniera realmente a Vic, salvando, no obstante, lo que las Comisiones oficiales acordasen. La Junta del Orfeón aceptó unánimemente la propuesta y después la Comisión de fiestas cívicas, por la parte que le tocaba, no creyó que se tuviera que hablar de la venida de dicho Orfeón, considerándolo como una cosa que se tenía que aceptar, nacida por ella misma, con íntima satisfacción de todo el mundo. Y ahora la Comisión de fiestas religiosas lo aceptaba también, con el propósito de confiarle la ejecución de la Misa que se cantara en la gran fiesta religiosa que se intentaba celebrar, por antigua iniciación del propio señor Obispo, el día principal de las fiestas. Como los iniciadores del Centenario no dormían, ya muchos días atrás habían pensado en esta Misa. En esto había un intento de dar faena al Orfeón, solo que por de pronto no se podía esclarecer que clase de faena. Ya se había hablado también con los Maestros de la célebre corporación artística el día de la Junta citada. Se había tratado de si sería posible hacer coincidir las fiestas centenarias con la inauguración de las pinturas de nuestra Catedral, confiadas como es sabido, a D. José Mª Sert. Hasta los periódicos lo habían dicho que sería posible, lo cual habría añadido un nuevo y grandioso atractivo a las susodichas fiestas. Y muchas personas daban ya la cosa por infalible; pero las Comisiones no podían andar más que a la segura, y, una vez informadas, vieron que no se podía contar con dicha inauguración, puesto que ni las pinturas estaban lo suficientemente avanzadas para que así pudiese ser ni Sert tenía obligación de tenerlas listas para aquella época. Entonces se pudo hacer en éste particular faena definitiva. Para el caso de que las pinturas se hubieran podido inaugurar, el Orfeón Catalán tenía un cierto compromiso con el famoso maestro Vicente de Indy, director actual de la Schola Cantorum de París, de cantarle una misa que él, con este motivo, habría escrito, oferta que acababa de confirmar entonces. Se había hablado también de una inauguración fragmentaria de las pinturas, idea que fue abandonada porque no habría sido del gusto de todo el mundo y las Comisiones no podían dar pié a que se alterasen en ningún sentido los compromisos existentes entre Sert y el Cabildo. Descartada la Misa de Maestro de Indy, se acudió a otra idea que simultáneamente había nacido y que había sido aceptada en principio, y con gran calor, por los Maestros del Orfeón Catalán. Esta idea era la de una Misa completamente nueva que escribiría el Maestro de Capilla de la Catedral, padre Luís Romeu, y que vendría a ser como un hermanamiento, lo mejor hecho posible, del antiguo canto popular gregoriano con la música religiosa moderna. Esto tendría, sobre todo lo demás, la ventaja de permitir a las chicas del Orfeón tomar parte en el canto de la Misa. La base y punto de partida de esta sería la gregoriana llamada De Angelis. Los versos que padre Romeu nuevamente musicaría serían cantados desde el Coro por las secciones de hombres y chicos del Orfeón y desde debajo de la nave mayor de la Sede responderían las chicas junto con un coro popular, lo más nutrido posible, que se procuraría formar con gente de la Ciudad, acostumbrada a cantar, hombres y mujeres, sobre la base de la misma Capilla de la Catedral. Gran idea de la cual todo el mundo, después se tenía que felicitar ante el grandioso, aunque no inesperado éxito. Puestos de acuerdo ya el Maestro Romeu y el Orfeón Catalán, indicada teóricamente por aquel la idea al Maestro Mollet una tarde de sobremesa, y prácticamente sobre las teclas del piano, ya no faltaba más que formalizar la partitura, enviarla a Barcelona, sacar las particelle y con la debida anticipación estudiar y ensayar con el amor que del insigne Director del Orfeón Catalán debía esperarse. Las Comisiones ya no tenían nada más que hacer en este asunto. En aquella asamblea llena de Comisiones, la idea fue recibida con entusiasmo, y esto y otras cosas que se dijeron allí y que indicaban todas y cada una la grandiosidad que iban a revestir las proyectadas solemnidades, hicieron que el tiempo pasara sin que nadie se diera cuenta y que se tuviera que levantar la sesión sin tomar otros acuerdos que tenían cierta urgencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario