Jaume Balmes Urpià

Jaume Balmes Urpià

domingo, 6 de septiembre de 2020

IV) EL CARTAPACIO DE LAS FIESTAS CÍVICAS. – FECHA DE LAS FIESTAS. – PRIMERAS RESOLUCIONES. – COMISIONES AUXILIARES Y SUBCOMISIONES.

EL Ayuntamiento, que había sufrido ya a primeros de Julio cambios notables en el personal, iba a sufrir aún nueva reforma de fin de año. Esto no tenía que influir en la marcha de la preparación del Centenario, porque cualquiera que fuera a sentarse en los escaños consistoriales ya se sabía de antemano que se tenía que llevar un encendido patriotismo y un sincero entusiasmo por los actos que se iban preparando. No obstante la circunstancia de que la modificación en el Consistorio, daba al caso más gravedad e imponía a las Comisiones una expectación respetuosa. Con todo esto fue una de la reuniones más trascendentales, y también de las más concurridas, la que tuvo la Comisión de fiestas cívicas el día de San Esteban, 26 de Diciembre, en medio de la animación popular de aquellos días, cuando ya el tema de todas las conversaciones, casi podríamos decir la observación de todo el mundo era el Centenario. Además aquel día el pueblo estaba contento y alegre por la llegada de los soldados de la guarnición que venían triunfantes de Melilla, lo cual podía ser considerado como el acto de clausura del período de crisis y abatimiento que había quedado abierto en esta Ciudad el 28 de Julio, de triste memoria. Iba a presentarse a los comisionados el proyecto entero de fiestas cívicas, el Cartapacio que le llamamos. Ya antes se había convenido con el Comité los días precisos en que, con la aprobación de las Autoridades, se desarrollarían las fiestas generales. La Comisión de las fiestas cívicas había indicado los días 7 a 11 de Septiembre, que ofrecían la ventaja de comprender, en poco espacio de tiempo, dos fiestas de precepto, el jueves, nacimiento de Nuestra Señora, y el domingo. Aceptado esto por todo el mundo, el Cartapacio desgranaba el proyecto dentro de estos cinco días, entendiéndose, no obstante, que ya el día 28 de Agosto, el del Centenario, habría fiestas religiosas y populares, bien que de carácter más local o doméstico, a las cuales podrían seguir dentro del período de tiempo comprendido desde aquel día 7 de Septiembre otros actos de carácter literario, o bien fiestas de otra clase, alguna de mucha trascendencia ya que en aquellos días comenzaba a verse e incluso se estaba trabajando a la quieta. Ya vendrá la hora de hablar de ellas. Volviendo al Cartapacio, lo primero que hacía era tratar de las líneas generales de las fiestas cívicas, por ejemplo de la decoración de calles y plazas y de las luminarias públicas, proponiendo que de la Plaza Mayor y de todo el anillo de las Ramblas se encargara la Comisión para asegurar más fácilmente el éxito. Esto fue aprobado por unanimidad, considerándolo inexcusable. Proponía también el Cartipacio que inmediatamente fuesen contratadas dos de las mejores coplas ampurdanenses durante cuatro días, a fin de sostener continuamente la animación pública por medio de las sardanas, ya tan aclimatadas a la Ciudad, además de que podrían servir para alguna otra fiesta que en el Cartapacio venía incluida. También esto fue aceptado, bien que más tarde, con peor acuerdo, un poco asustados algunos señores de la Comisión por las proporciones del presupuesto y de la gansería con que veía que vendrían las subvenciones, se resolvió que nada más fuera una la copla, pero que se supliera la falta de la otra con las coplas de la Ciudad. El Cartapacio proponía, además, que se buscara la manera de que la Ciudad tuviera una bandera oficial, como históricamente la había tenido, y que fuese lo más rica posible, proyecto para la realización de la cual podía encargarse a las mozas vicenses. Otras cosas de carácter general, ya de menor interés, proponía el Cartapacio antes de detallar particularmente cada una de las fiestas, lo cual hacía minuciosamente, a fin de que todos los comisionados se empaparan bien de la filosofía de todas ellas y comprendieran fácilmente el éxito popular que infaliblemente habrían de tener. Enumerar las fiestas ahora aquí, sería avanzar la reseña de las mismas, porque se puede decir que en ocho meses no hubo en la Comisión una sola duda, como no sea el temor de que los dineros no llegasen. El proyecto, o Cartapacio, ampliado aún en la conversación, fue en el conjunto y en los detalles aprobado por aclamación y todos los actos que lo formaban pasaron en su tiempo a la realidad, excepto uno de mucha magnitud, señalado para la velada del día 7, la Kermesse o fiesta popular holandesa, que se suprimió en el programa porque no habría habido tiempo ni espacio en días tan ocupados para prepararla y celebrarla. Además, por la animación pública se vio que no era necesaria. Tiene, no obstante, que constar aquí el vivo pesar con que todos nos decidimos por suprimirla. La larga sesión aún no se acabó hasta después de haber convenido todos en que era necesario para desarrollar tan complicado programa nombrar subcomisiones o comisiones auxiliares y muy especialmente un artística que se cuidara de la decoración y luminaria de Plaza y Ramblas. Se pediría al Comité Ejecutivo que designara inmediatamente esta comisión e interinamente se nombró una subcomisión que se pusiera a trabajar al día siguiente mismo para asegurar, para los días de las fiestas, el fluido eléctrico que fuera necesario para las luminarias oficiales y particulares, faena que necesitaba mucho tiempo y mucha constancia. Cuando nos levantamos de aquella inolvidable sentada pudimos decir con el futuro presidente de la Comisión: «Avuy sí qu’hem fet feyna» («Hoy sí que hemos hecho trabajo»). En efecto, quedaba consolidado y firme el cimiento de todas las fiestas públicas, que, por otra parte, concebidas a lo grande, habían de darnos a los comisionados suficiente revuelo y suficiente fatiga.

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