Jaume Balmes Urpià

Jaume Balmes Urpià

lunes, 23 de mayo de 2011

Bisbe de Vic- JOSEP TORRAS y BAGES – Discurso titulado "Nuestra Unidad y Nuestra Universalidad" - VI

VI

Y esta unidad que tan maravillosamente resplandece en el Sol de las escuelas, ahora más que nunca debemos guardarla dentro del inmenso campo de las ciencias, hoy con febril actividad cultivado, porque ha reaparecido la antigua herejía que anatematizó el Apóstol San Juan de una manera gráfica, la herejía de los que querían deshacer á Jesús; pero hoy en inmensas proporciones, porque del cuerpo místico de Jesucristo, que es toda la humanidad cristiana, quieren separar su espíritu, y es claro que la mejor manera de matar un cuerpo es separarle del espíritu.

Y no obstante es tan vehemente el impulso que el linaje humano ha recibido hacia la unidad, que un gran número de errores y de herejías se origina de esta sublime aspiración, que se extravía por caminos perdidos. Hoy mismo la pasión de la unidad se manifiesta por diversas aberraciones tanto en el orden especulativo, como en el orden práctico. El modernismo filosófico y místico es una de las manifestaciones de tal aberración. Aquel mundo interno de la subconciencia que va revelándose en los hombres, aquel pragmatismo que se desenvuelve con el movimiento de la vida y que identifica la vida con la Ley, constituye el prólogo y la introducción, es como el vestíbulo de un panteísmo fino y culto, pero que en cuanto á la sustancia se identifica con el panteísmo grosero de aquellos primitivos que afirmaban que el mundo era un inmenso animal vivo. Ellos son espíritus de gusto delicado que no pueden conformarse con la grosería del materialismo, pero no comprenden que los espíritus se desvanecen del mundo de la realidad, se ahogan, sin aquel Espíritu infinito, perfectísimo, principio y fin de todas las cosas, que es el Dios vivo de los cristianos, que enlaza á los distintos seres en una amorosa jerarquía que termina en el amor infinito. No llegan á comprender, por falta de humildad, la suma Inteligencia y el sumo Amor de la Soberana Sustancia en la cual nos enseña San Pablo (Act. XVII, 28.) que vivimos, nos movemos y existimos. No comprenden la conjunción de la unidad y la distinción, cuya sublime fecundidad nos enseña la revelación cristiana, y se ahogan en la estéril unidad del panteísmo. Huyen del misterio y caen en el absurdo. No comprenden la doctrina de San Pablo que nos enseña que el que santifica y los santificados todos proceden de uno (Hebr. II, 11.), que la cabeza de la humanidad es Cristo, y la cabeza de Cristo es Dios (1.ª Cor. XI, 3.). No comprenden aquella unidad divina por virtud de la cual la gracia circula por todos los miembros y produce la unidad de la vida; y por no sujetarse á las enseñanzas de Dios, y satisfacer su apetito de unidad, se forjan ellos mismos una unidad monstruosa, y se hacen un dios muerto que ellos mismos engendran en las entrañas de su vanidad, sin que nunca pueda llegar á darles el consuelo de la vida, porque el tal dios nunca ha tenido vida. Es el ídolo, que no es nada, forjado por los hombres para satisfacer la imperiosa necesidad de la adoración que ellos, rebeldes, se resisten á pagar al Dios vivo. Es el ateísmo disfrazado, porque si todo es dios, no hay Dios.

Y en el orden práctico también los que huyen de Dios se sienten poseídos del desenfrenado apetito de unidad é intentan una sociedad fastidiosa é irresistible, de una monotonía mortal, de una nivelación absoluta, impeditiva del desarrollo del linaje humano, al cual quieren fundir de nuevo en un molde por ellos ideado, como si fuera materia muerta, como si la humanidad no tuviera en sí misma el germen de la vida social que espontáneamente ha de desenvolverse. No comprenden que la vida requiere diversidad de órganos, de miembros, y que la cabeza perfecciona al cuerpo; y como ellos quieren eliminar á Dios de la sociedad, les queda una sociedad acéfala y monstruosa, un cuerpo decapitado; de manera que buscando la unidad de nuestro linaje fuera de Dios, queriendo borrar todas las diferencias, encuentran la disolución, porque un cuerpo sin cabeza ya no es cuerpo, es un tronco. ¿Y cual será la cabeza de la humanidad si no lo es Dios?

No pueden llegar á la concepción de la unidad del cuerpo social con diversidad de órganos y de miembros, pero con identidad de vida en todos ellos, que de una manera tan sencilla y admirable nos describe el apóstol San Pablo.

Ellos, los modernistas y los socialistas, no quieren conocer la naturaleza de la Iglesia, y pretenden legitimar sus subversivas aspiraciones suponiendo que la Iglesia es un odre viejo incapaz de contener el vino nuevo, cuando es precisamente una cosa del todo distinta. La Iglesia es toda la humanidad, no la de ayer ó la de hoy, es la humanidad de cada día, elevada á un orden sobrenatural. Es enemiga del estancamiento; porque es vida, y la vida es movimiento, y un gran número de sectas, principalmente la Protestante, han atacado la Iglesia romana bajo el pretexto de que se había movido, y había sido infiel á su divino esposo Jesús nuestro Señor, cuando precisamente El la fundó con la palabra ite, id, discurrid por todas la generaciones; como el Criador manda á los ríos que discurran por distintas comarcas para fertilizarlas con sus aguas. Las aguas de la divina revelación son siempre las mismas, pero su cauce varía, unas veces se extiende majestuosamente por las llanuras, otras va muy estrecho pero muy hondo, otras se precipita por las cascadas, pero el río es siempre el mismo; así la santa madre Iglesia ya domine libremente como madre y señora en la sociedad humana, ya esté perseguida por las potestades terrenas, ó casi quede oculta bajo la maleza de las malas pasiones, ella es siempre la misma, y va haciendo su curso á través de todas las generaciones para salvar á los hombres de buena voluntad, y sostener el reino de Dios en la tierra. La Iglesia de las catacumbas es la misma, como ya enseñó Santo Tomás, que después crió la Europa en su regazo, que monarquías y repúblicas sirvieron con filial afecto, y que tuvo ejércitos, y ejerció una alta potestad política. Como es la misma cuando es maestra única y universal de la sociedad, que cuando la soberbia humana se vale de las ciencias, como de armas de guerra para destruirla.

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