Jaume Balmes Urpià

Jaume Balmes Urpià

domingo, 6 de septiembre de 2020

III) CRISIS Y SUSPENSIÓN DE TRABAJOS. – LAS SUBVENCIONES. – EL CONGRESO. – EL BOLETÍN. – COMISIÓN A MADRID. – ADHESIÓN DE LA CORONA.

AL día siguiente de esta reunión, como ya he indicado, la tranquilidad de Vic se perturbaba por el ruido de las cosas de Barcelona. No se ha de explicar el deje que tuvieron esos sucesos tan inesperados como depresivos en el espíritu público. Ya antes, la guerra de Melilla y los efectos primeros del llamamiento de los reservistas habían influido en el ánimo de nuestro pueblo, a quien habría sido contraproducente, mientras aquella terrible impresión durase, hablarle de fiestas. Por otra parte, las mismas Comisiones, con el tiempo que tenían por delante, pospusieron su trabajo hasta que las condiciones se consideraran seguras. Colectivamente, pues, dejó de trabajarse con el propósito de no convocar nueva reunión hasta que las aguas revueltas volvieran a su cauce y el espíritu hubiera salido poco o mucho del natural abatimiento, pero particularmente se fue siguiendo el trabajo. Una de las cosas que no nos permitían perder un día era la petición y trabajo de las subvenciones oficiales, sin las cuales no podíamos encarrilar seriamente ningún punto importante de nuestros proyectos. El primero a quien se habló, ya antes de que se constituyeran las Comisiones, para que trabajase en este asunto cerca del gobierno de Maura, fue el Senador compatricio nuestro D. Ramón de Abadal, quién logró que tanto dicho Maura como el Ministro de Instrucción Pública, Rodríguez Sanpedro, como el Subsecretario, Silió, que era quien tenía que hacer práctica la cosa, se mostrasen unánimes en considerar la subvención como un deber nacional. El último encomendó al señor Abadal que los mismos organizadores de la fiesta estudiasen la manera concreta de pedir y obtener la subvención, amojonando la cantidad que deseaban o les convenía, procurando que el gobierno la pudiera sacar de los recursos ordinarios, sin necesidad de acudir a un crédito especial que tendrían que votar las Cortes. Y se había estudiado ya en aquellas fechas y se había visto que, para obtener una cantidad regular, era imposible, como así tenía que resultar después, prescindir de dichas Cortes. Y a las Cortes se habría acudido, si al cabo de pocos días de haberse abierto, cuando aún no había habido tiempo de preparar nada, no hubiera caído el gobierno de Maura, llevando su caída la disolución de aquellas. La cuestión se tenía que entablar de cabeza y de nuevo con el gobierno liberal, que presidía Moret, quien tiene el origen familiar en nuestra Plana. Mientras tanto ya se había solicitado de la Diputación provincial la otra subvención que pretendíamos, y, aunque ya viéramos enseguida que no nos daría lo que deseábamos, nos prometió hacer todo lo que pudiera dentro de sus recursos. Excusado es decir que en estas gestiones desplegaba la mayor actividad el Diputado señor Pericas. En cuanto al Ayuntamiento de Vic, estaba ya trabajando entonces en consignar para las fiestas, en el presupuesto municipal de 1910, la cantidad de 10.000 Ptas. La Comisión literaria había acordado definitivamente, el 15 de Julio, la celebración del Congreso internacional de Apologética de que antes hablaba y se habían hecho en el orden particular ciertas probaturas que demostraban que la idea sería acogida por todas las partes con calor y entusiasmo. Una Junta especial, que presidía el señor Canónigo Collell y tenía por activo Secretario el Dr. Marian Serra y Esturí, iba preparando la convocatoria de la Asamblea y la publicación de un Boletín mensual que sería órgano de dicha Junta y de todas las Comisiones del Centenario. Entre los iniciadores de este hacía tiempo que se había hablado de otra cosa que se consideraba de mucha importancia y trascendencia, es decir, la idea de que una Comisión fuera a Madrid a entrevistarse con el Rey y el Gobierno y notificarles lo que queríamos hacer en el Centenario. Al Rey y a Maura, ya se les había dicho, cuando vinieron a Vic en Noviembre de 1908; pero al primero era un deber de cortesía recordárselo y, en el caso del segundo, se tenía que hacer saber a su sucesor tanto por atención como por tenerlo propicio. Es claro que de pasada podía entablarse nuevamente el negocio de la subvención, a la cual tanto perjudicaban los conflictos políticos. Tanto el Rey como Moret recibieron galantemente a los comisionados, que fueron el primero y segundo Alcalde, D. Florencio de Riera y D. Domingo Camps, y el señor Canónigo Collell, y Moret recordó espontáneamente el doble deber que tenía de trabajar en lo de la subvención: por tratarse de una gloria nacional como la que se trataba y por venir la petición de una tierra que, en rigor, es su tierra. Al Rey se le pidió su presencia o la de un delegado especial en las fiestas, y el Rey prometió que, por poco que pudiera, vendría él en persona, pero que de todas maneras el delegado que nombrara sería de la real familia. La Comisión volvió contenta y satisfecha de Madrid, habiendo dejado encarrilado y bien encomendado el asunto de la subvención, sobre la cual había hecho buenos augurios el Ministro de Instrucción Pública, que era entonces don Antonio Barroso.

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