Jaume Balmes Urpià

Jaume Balmes Urpià

domingo, 6 de septiembre de 2020

XXIV) LA RODELLA.- SIGUE EL CONCURSO PECUARIO.- LAS SESIONES DEL CONGRESO .- LA FIESTA ESCOLAR CALISTÉNICA.

EN rigor el iniciador del Certamen de Rodella fue el distinguido pintor D. Manuel Puig, quien tanto había trabajado, y trabajaba aún, en la decoración oficial de las grandes vías. Para la organización de este Certamen, el Comité había ofrecido premios y había designado una comisión de técnicos que la organizara y dictara el programa. Esta comisión, de la que formaban parte los mejores tiradores de la Plana, dividió la fiesta en dos secciones: una se dedicaría, la mañanita del sábado, día 10, al tiro al blanco y la otra, celebradora el lunes, día 12, por la tarde, sería guardada para el tiro al vuelo. Como es de presumir, en la primera no faltaron los tiradores pero sí mucha gente que, habiéndose retirado tarde, no era extraño que no fuera madrugadora. Esto, sin embargo, no quitó nada al éxito del concurso que correspondió plenamente a la finalidad que con él se perseguía. Hubo blancos muy notables, y después, cuando estos se comentaban, eran muchos los que decían que convendría formar en la comarca una asociación que se dedicara especialmente a este sport, con la afición y entusiasmo que lo hacen los tiradores de Suiza y de otros países. El Concurso Pecuario, por razón de haber mercado, fue más concurrido que el día anterior, y los que entienden en estas cosas decían que en cantidad no podía compararse la exposición de ejemplares con el memorable concurso de 1908, cuando la celebración del XI Congreso Agrícola de la Federación Catalana-Balear, pero que en calidad no se quedaba atrás. Los jurados iban avanzando faena para la adjudicación de los premios, la distribución de los cuales estaba señalada en el Programa para el día siguiente, domingo. Como las sesiones del Congreso de Apologética tendrán su crónica especial en el libro de actas del mismo que se está ya estampando, nos ha de permitir al lector que pasemos sin entretenernos en él a pesar de su importancia. Consignamos, no obstante, que los que acudían a él con asiduidad salían con satisfacción creciente, porque no sólo los oradores presentes encargados de desarrollar o glosar los varios temas anunciados sabían hacerse escuchar y admirar por el auditorio sino que también se animaba éste con la lectura de los trabajos de autores que no habían podido venir, con suficiente pesar de ellos y de nosotros. Por otra parte, la asamblea revestía una seriedad y una majestad que era juntamente imponente y atractiva. Los vicenses encontraban como una especie de sublimación de las funciones de dialéctica llamadas Conclusions, tan tradicionales entre nosotros y que aún se celebran anualmente para honra de nuestro Seminario. Para las tres de la tarde, señalaba el orden del día la Fiesta escolar calisténica. En la parte baja de la Plaza Mayor, jugando con la decoración que había puesto la Comisión artística, se estaba levantando por la mañana una amplia tarima que tenía que servir de escenario a los nuevos de Vic y a los nuevos y mozas de Tarrasa que tenían que hacer de actores en tan simpática fiesta. Al fondo de dicho escenario ponía el señor Vinyals un gran fondo de terciopelo azul, adornado con guirnaldas y, delante de ese terciopelo, un pedestal de plantas decorativas sobre el que se puso un gran busto de Balmes. Hacia mediodía, poco antes de llegar la muchachería de Llongueras, había bastantes temores, y bastante fundados, de que la fiesta no se podría celebrar, al menos en la Plaza. Las nubes amenazaban de tal manera que indujeron a tomar una resolución de largas consecuencias, como veremos en su hora. En cuanto a la Fiesta escolar, se acordó arriesgarlo todo y estar a la buena de Dios. Los tarrasenses llegaron con el tranvía, recibiéndolos en la Estación los chicos de Vic, que les acompañaron hasta la posada. Comieron todos, los de dentro y los de fuera, con el ansia natural en las criaturas, y enseguida fueron a ponerse el ligero y airoso traje que tenían que lucir en la función, operación para los vicenses enteramente nueva y, por consiguiente, un poco entretenida. Pero la puntualidad en el inicio de la fiesta no se podía excusar de ninguna manera, porque la chiquillería de Tarrasa tenía que volver a casa con el tren expreso de las 6-20. Esa puntualidad fue tan grande que mucha gente, malacostumbrada y sobradamente confiada, se retardó en la Plaza. Los de aquí y los de Tarrasa fueron todos a las Escuelas municipales de San Felip, donde los directores de la fiesta, acompañados de los profesores, organizaron la comitiva. Esta iba precedida por la Banda del Ayuntamiento, dirigida por el Maestro Cortinas, tocando la obligada marcha de los ejercicios calisténicos que los chicos marcaban marcialmente con el paso. Dicha comitiva, al entrar a la Plaza, daba lucidez a los actos. Todos los chicos y mozas vestían de blanco; los de Tarrasa con faja de seda de color verde y los de Vic con faja de color lila. El tiempo se había serenado y un sol hermoso contribuía de lo lindo en el éxito de la fiesta. La gentil comitiva penetró en el recinto destinado a los espectadores de pago por la parte de las bóvedas de levante y subió a la gran tarima por las escaleras levantadas a ambos lados, formando así todos los mozos y mozas la primera figura. El público cató enseguida el sabor especial de la fiesta, resultándole desde el comienzo extraordinariamente simpático. El Maestro Llongueras, de conformidad con lo que establecía el programa, leyó una breve disertación sobre la Educació musical y les cançons y estudis rítmichs de Jaques-Dalcroze, pero el tamaño del lugar hizo que poca gente se enterara de las palabras de dicho Maestro, tan bien pensadas como bien dichas. Inmediatamente los chicos de las Escuelas de Vic hicieron lo que llamamos el debut en esos ejercicios rítmicos, demostrando plenamente como se habían sabido aprovechar las lecciones de Llongueras, aprendidas con tanta paciencia y tanto arte durante algunos días consecutivos, menos de los que se necesitaban, por Mosén Miquel Rovira, acompañado de Mosén Miquel Puigsech. El público aplaudió con verdadero calor y verdadera satisfacción los gentiles movimientos de nuestras criaturitas. Después entraron los de Tarrasa. La labor de los discípulos de Llongueras fue cosa tan admirable que entusiasmó a todos. Habíamos temido que la Plaza sería un teatro demasiado grande, por lo tanto delicados y minuciosos ejercicios, teniendo en cuenta el gran papel que tenían que jugar las voces de los niños y las niñas; pero el gran terciopelo azul del fondo de la tarima reducía convenientemente el espacio y servía de tornavoz, dando a cada una de las escenas el relieve que le era preciso. Alternándolo con los numerosos movimientos del repertorio de Llongueras, cada vez más complicados, aquellos niños y niñas, con serena imperturbabilidad y con arte exquisito, cantaron, o ejecutaron diariamente diríamos mejor, las siguientes canciones mímicas, propiamente llamadas rondas: Ronda del nen que no vol menjar les sopes, Ronda del anyellet que bela, La casa tota petita, Ronda dels bons treballadors, Ronda de la jardinera, Ronda dels soldadets y Rivididididididitití (historia del Jan Petit). Todas animaron al público, que las aplaudió con frenesí y con convicción, pero quizá, sobre todas la primera, la del nen que no vol menjar les sopes, no solamente porque, precisamente por ser la primera, cayó más en gracia sino quizás también por la especial atracción del asunto, que entusiasmaba a grandes y pequeños, talmente admirados por la traza de aquellas criaturas. Finalizadas las rondas, todos los chicos y chicas, unidos los de Tarrasa con los de Vic, hicieron unas últimas evoluciones en la tarima, todos con un ramo de laurel en la mano que, sin dejar el ejercicio rítmico, fueron a depositar al pie del busto de Balmes. Bajaron, otra vez partidos en dos alas, por las escaleras laterales y con el mismo orden que a la venida, se volvieron a San Felip, mientras acababan de animar la fiesta unos fuegos japoneses tirados de varios lugares de la Plaza, que hacían llover una serie de juguetes sobre el público menudo, ya tan satisfecho de la curiosa y aquí novísima fiesta. Desmudados, todos los niños y niñas que habían tomado parte en los ejercicios, recogieron la merienda que se les tenía preparada y los de Tarrasa con sus acompañantes volvieron a su casa en el tren y hora convenidos, galantemente despedidos por Maestros y Organizadores de aquí y por toda la chiquillería vicense.

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